En la audiencia general de hoy que dedicó al tema de los ancianos, el Papa Francisco contó dos breves historias en las que resaltó el gran valor de los mayores y la necesidad de velar siempre por ellos.
La primera historia tiene que ver con el hecho que algunas personas en la actualidad descartan a los ancianos y los hacen a un lado de la vida familiar.
“Una vez, siendo niño, la abuela nos contó una historia de un abuelo anciano que cuando comía se ensuciaba porque no podía llevarse bien la cuchara a la boca, con la sopa. Y el hijo, es decir, el papá de la familia, tomó la decisión de pasarlo de la mesa común a una pequeña mesita de la cocina, donde no se veía, para que comiera solo”.
“Pocos días después, llegó a casa y encontró a su hijo más pequeño que jugaba con la madera, el martillo y clavos, y hacía algo ahí. Entonces le pregunta: ‘Pero, ¿qué cosa haces?’– Hago una mesa, papá.- ¿Una mesa para qué? - Para cuando tú te vuelvas anciano, así puedes comer ahí’. ¡Los niños tienen más conciencia que nosotros!”
La segunda historia se refiere al caso de una señora en el tiempo en que era Arzobispo de Buenos Aires en Argentina: “recuerdo cuando visitaba las casas de ancianos, hablaba con cada uno de ellos y muchas veces escuché esto: ‘Ah, ¿cómo está usted? ¿Y sus hijos?’ - Bien, bien - ¿Cuántos tiene? - Muchos.- ¿Y vienen a visitarla? - Sí, sí, siempre. Vienen, vienen.- ¿Y cuándo fue la última vez que vinieron? Y así la anciana, recuerdo especialmente una que dijo: ‘Para Navidad’. ¡Y estábamos en agosto! Ocho meses sin ser visitada por sus hijos, ¡Ocho meses abandonada! Esto se llama pecado mortal, ¿se entiende?”
Fuente y foto: asiprensa.com
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