Por: Ramiro Zuccolo
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Las salas del Palacio Real de Milán esperan ansiosamente que todo esté listo para la apertura a la más grande exposición de uno de los máximos genios de Italia: Leonardo Da Vinci.
La exposición es una maravilla. Porque es Leonardo con lo que eso conlleva: el pintor, el escultor, el científico, el ingeniero, el escenógrafo. Esa búsqueda total, ese dibujar el mundo para llegar a entenderlo y convertirlo en belleza, pero en belleza útil, es la aventura de la exposición de Leonardo.
La idea de la muestra es confrontar las obras de Da Vinci entre sí. La muestra requiere mucho del espectador para que éste pueda aprovechar al máximo todas las maravillas que muestra.
Después de más de cinco años de trabajo y un presupuesto de 4,4 millones de euros, reunir durante cuatro meses en Milán más de 200 obras de arte: 43 cuadros, 20 esculturas, 108 dibujos y 40 documentos manuscritos procedentes de colecciones de todo el mundo. Un gran trabajo del estado italiano para llevarles a sus ciudadanos esta colección única.
El Louvre ha prestado tres cuadros: La Anunciación, el San Juan Bautista y la Ferronnière. La National Gallery de Washington ha cedido la Madonna Dreyfus; el Vaticano, el San Girolamo; Parma, la Cabeza de Muchacha; y Venecia, el Hombre de Vitrubio. Los organizadores agradecen a la familia Windsor, que ha prestado 30 dibujos que se encontraban en el British Museum y en el Metropolitan de Nueva York.
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